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El sonido de un trueno se escuchó en la lejanía de aquel inmenso y viejo castillo, mientras la luz de la luna se colaba por una de sus ventanas entre las nubes negras que trataban de ocultarla… iluminando con unos tenues rayos un pequeño cuerpo de un pato color verde que le observaba fijamente.
El castillo se encontraba en completo silencio, siendo interrumpido apenas cada cierto tiempo por el aullido del hombre lobo que ahora llamaba al ama de llaves para que le diese de comer.
Las polvosas paredes, las telarañas abandonadas, habían sido testigos de un vil y sádico acto realizado contra un alma inocente y bondadosa que no había causado daño alguno a nadie… a pesar de que su naturaleza debía dictar todo lo contrario.
O tal vez, su único pecado había sido descender de una larga línea de crueles seres que no dudaban hacer maldades a los vivos?
Podría ser…
A pesar de eso, aquel sujeto tendido en el suelo boca arriba, no podía evitar pensar que había sido demasiado injusto lo sucedido, al grado de verse llorar por primera vez en silencio, carente de aquel entusiasmo o escándalo que solía hacer siempre para llamar la atención de todos los que le rodeaban.
No, hoy no quería llamar con sus lloridos a su ama de llaves o a su mayordomo… tan sólo, deseaba estar completamente solo.
Sí, solo… eso era lo que más deseaba, junto con la muerte que ahora no parecía tan mala idea, considerando que era un ser inmortal.
Su lánguida mirada se dirigió hacia la estaca de madera tirada a un lado, momentos atrás utilizada por su verdugo, mientras movía una de sus manos, con sus dedos temblorosos, en su dirección como si deseara alcanzarla, sin lograrlo al estar demasiado lejos de ella, con sus ojos nublados por las lágrimas lanzando suplicas silenciosas porque acabara con él.
Un gemido de dolor fue emitido por el ave al momento de moverse, enderezándose un poco para girarse boca abajo, observado lo residuos de sus propios fluidos y los de alguien más en el suelo grisáceo y oscuro, apretando sus dedos sobre su superficie, dejando que su llanto llenara aquel sitio solitario.
Preguntándose una otra vez, las razones de lo ocurrido.
Golpeándose mentalmente, una y otra vez, por su inocencia y credulidad, al creer que su archienemigo tendría buenas intenciones, o las malas intenciones de siempre, sin lograr vislumbrar la maldad que ahora llevaba dentro de su corazón.
Siempre le había considerado como un tonto, un bueno para nada, cuyos planes jamás funcionarían ni prosperarían, a pesar de las veces que le había hecho gritar e incluso aterrarse al ver el final cerca… pero ahora.
Suspiró profundamente, dejando caer su cabeza, recargando su frente en el suelo, mientras continuaba llorando, percibiendo finalmente el dolor de su zona baja gracias a que la adrenalina pasaba finalmente.
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